La narración oral  en Colombia como actividad contemporánea es un fenómeno en cuanto a público,  ejecutantes y espacios de realización. Colombia desde mediados de los ochenta ha vivido la transformación del entorno escénico que pasó del  proceso  local y  regional a una apertura, internacionalización y desarrollo creativo,  reflexivo y de públicos propiciado por un lado por el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá -bienal desde 1988- y por  diversas iniciativas e invitados extranjeros, en todos los contextos de la actividad escénica: teatro adulto, infantil, danza, dramaturgia y artes escénicas en general.

En  la narración oral específicamente llegaron George Perla y Jean Marie Binoche, con su trabajo sobre animación  de objetos, invitados por la escuela de teatro de Bogotá (1984), luego, por el Iberoamericano de Teatro (1988) llegó Francisco Garzón Céspedes con su propuesta de narración oral escénica; a su vez teatros emblemáticos del país, desde mediados de los setenta, como el Tec (Teatro Experimental de Cali) con Enrique Buenaventura, La Candelaria con Santiago García y posteriormente a principios de los ochenta, artistas de la escena como Misael Torres y Enrique Vargas  se habían  sumergido en la fuente de la tradición oral y los relatos tradicionales para desarrollar una dramaturgia y trabajos escénicos, que prepararon el terreno para que estas propuestas técnicas de narración en escena encontraran lugares propicios con el enfoque contemporáneo.

Fue a finales de los 80 con la situación pública y la tensión de guerra contra el narcotráfico que tenía al país cercado y aterrado, cuando los jóvenes universitarios tomaron la actividad y empezaron a realizarla en plazas públicas de las universidades (primero en Bogotá con la Javeriana y luego las universidades Nacional, los Andes y el Externado, también la U.I.S. -Universidad Industrial de Santander- y posteriormente, la universidad Tadeo, Sabana, del Valle, Santiago de Cali y de Antioquia, entre otras muchas) y en espacios escénicos y teatrales que desde el principio se irguieron como centros naturales de presentación. Esto instaló la actividad de los cuenteros en el ámbito joven y adulto y su carácter artístico y de espectáculo como un  formato  habitual. Si de algo tenemos que presumir en Colombia es del magnífico público del que gozamos, es impresionante el carácter colectivo y masivo que tiene la escucha, es por eso que se realizan funciones  de  miles de personas cuya muestra tal vez más impresionante es el Festival Internacional de Poesía de Medellín donde  se llena el estadio  para escuchar  poetas venidos de las más lejanas latitudes leyendo en lengua original.

El desarrollo de la narración oral con estas condiciones tanto de público como de disposición institucional y de la empresa privada como la gestión propia, permitió desarrollar los repertorios de los cuenteros en tres grandes bloques  que establezco solo a nivel de formalización pero que se pueden mezclar de manera indiscriminada: con por un lado el trabajo unipersonal que equivale al espectáculo donde a través de una o varias historias el narrador desarrolla una obra con una poética y estética así como requerimientos técnicos y condiciones de sala de presentación. Otra línea de repertorio que incluye “contadas” donde el narrador prepara  distintos cuentos  según los entornos de representación, sea niños, adolescentes o adultos  escuelas o centros educativos en general. Y la tercera línea de repertorio lista para actuaciones colectivas donde con cierta especificidad del tiempo se comparte la escena con compañeros en festivales, funciones inaugurales o contrataciones empresariales.

Esa  aparición contemporánea de la narración oral en las ciudades y realizada por gente joven que no necesariamente viene de entornos de formación escénica, humanista o cultural y que desarrolla la actividad de manera independiente de apoyos estatales y privados, ha generado que el movimiento colombiano de cuenteros  adquiera características  especiales algunas en favor del oficio y algunas en su detrimento pero, sin abordar el tema de la calidad, es interesante observar dos factores fundamentales que hacen específico el entorno nacional: el primer factor -que se entronca con la narración oral de todos los tiempos- es el juego y contexto del público, los narradores al realizar actividades al aire libre y sin patrocinio han generado herramientas en cuanto a la capacidad de convocar mantener y obtener del público apoyo económico voluntario; sus recursos escénicos sobresalen por la agilidad, capacidad de improvisación y procedencia de los relatos con narraciones de  tradición, literatura y también relatos salidos de la propia invención, la vida cotidiana, con lazos directos a la realidad política, social e incluso noticiosa; es habitual escuchar los comentarios sobre la narración a la “ colombiana”  que apela a esta capacidad de improvisar, vincular y conquistar la atención del público con recursos humorísticos y  provocadores  que  fuera de contexto resultan innecesarios y más bien desvirtúan un proceso imaginativo y apacible del relato y se sumergen en una animación de públicos en el mejor de los casos o en un ejercicio de stand up comedy mal entendido que no beneficia ni la comedia ni la narración. El otro aspecto es el tema de lo escénico donde me detendré un poco: nuestro proceso ha ido creciendo en la comprensión  del concepto ya que en un principio escénico era el espacio de realización y con el desarrollo y la frecuencia de los espacios no convencionales es como se ha desarrollado el concepto de transformar y adecuar cualquier espacio de actuación como favorable para la actividad narrativa e imaginativa que se busca. Desde la primera vez que se realizó un festival en Colombia se consideró programar funciones de sala, donde los narradores preparaban un espectáculo para tener su noche de gala. Así cada cuentero que aparece en el menú nacional tiene un paradigma a alcanzar: el de preparar su primer espectáculo para presentar en sala. Este concepto de espectáculo se ha desarrollado poco y se confunde con la idea del tiempo, es decir si el relato alcanza una extensión de media hora en adelante el narrador lo llama espectáculo y ahí habría que diferenciar el hecho de contar un solo cuento de largo aliento y el criterio de espectáculo que atañe más bien a una poética específica, a un tejido y una elaboración, más allá del relato, de una estética que resulte creativa, única y con calidad de obra cerrada, que contrasta a otros niveles con la capacidad de improvisación y el desarrollo narrativo de un cuento largo.

En cuanto a espacios es de señalar que a nivel nacional se dio que las salas de teatro de carácter comercial y también las alternativas han sido lugares donde la narración oral ha tenido cabida sea a través de temporadas regulares en circuitos escénicos o en funciones puntuales que evidencian la presencia  de los narradores en el panorama escénico nacional.

La presencia en becas, estímulos y concertaciones tanto con el Ministerio de Cultura como con los entes culturales locales y regionales, han permitido que la actividad se entronque dentro de las políticas estables, trascienda  gobiernos o partidos y se inserte en la actividad cultural nacional con la naturalidad de pertenecer allí.

Lamentablemente, festivales de narración oral que surgieron y se fortalecieron desde la programación de grandes narradores nacionales y extranjeros con un enfoque claro sobre la actividad y sus características, han  caído en la peste de los productores actuales que contaminan y reducen la cartelera escénica nacional hasta provocar un empobrecimiento de la escucha y la asistencia del público, con la excusa de que  por la dura situación económica y social  el mundo contemporáneo no quiere algo que no sea risas y  liviandad. La calamidad de la actualidad está en confundir diversión con risa sosa y calidad con  masas  amorfas  que disfrutan ser insultadas con espectáculos de calidad deplorable y en condiciones de producción prácticamente nulas. Allí se funda la tragedia general del oficio de los cuenteros como de los artes teatrales en general, que actualmente con la comprensión pobre y empobrecedora de los productores  termina siendo una serpiente que se muerde la cola con un público que no pide calidad y unos  productores que no la  ofrecen ni la buscan.

La desesperanza ronda, cuando te ves programado en festivales de narración o de oralidad, rodeado de comedia comercial y de monólogos cómicos, cuando ves que se mide el resultado por los gritos y bravos de públicos y la presencia en la industria cultural, ronda y devora, sin embargo poco a poco vamos desplazando nuestro centro de operaciones, vamos acercándonos a los espacios y públicos menos masivos pero más tangibles que van a las actuaciones en busca de los relatos y la honestidad de los hechos que los cuentan. Los cuenteros en Colombia entramos con el pie derecho en el entorno del teatro comercial pero tuvimos en esos entonces magníficos mecenas que comprendieron y valoraron el oficio y ayudaron a potenciar al público y mostrar la riqueza que hace al país importante en el entorno narrativo oral contemporáneo, sin embargo mucha agua ha corrido bajo el puente y en ocasiones no es agua potable, ahora gracias al posicionamiento del Stand Up Comedy como actividad  rentable y distinta, a la  llegada de otra generación de productores con la claridad de la industria cultural, vamos recolocándonos en un entorno más underground y menos comercial pero a la vez más propicio y adecuado para que contar siga siendo el arte y el oficio del relato de la imaginación y de la construcción de  mundos en forma comunitaria.

Carolina Rueda