Sobre el papel del formador en el arte
Un buen narrador no es necesariamente un buen formador. Sucede como en los deportes, donde la vida profesional del jugador es breve y muchos, al retirarse, pasan a ser entrenadores: el mejor entrenador no es necesariamente el que fuera mejor jugador. A veces sí, a veces no, de hecho se dice que se juega como se puede y se entrena para que se juegue como a uno le gustaría. Eso es un formador: alguien que influencia. Un buen formador es esa persona que devuelve una versión mejorada del narrador que ha pasado por sus manos. Y una versión mejorada significa un narrador más singular, mejor armado, con más recursos, con más conocimiento del oficio y de sí mismo, de sus posibilidades, de sus virtudes y sus defectos. Además de eso, el buen formador para mí debe:
- Tener un método formativo, un plan, una idea, una estrategia, una serie de convicciones teóricas sobre las que cimentar un método de trabajo.
- Tener capacidad pedagógica, paciencia y amor e interés por los alumnos y la enseñanza. Sin esto no se puede enseñar.
- Capacidad de estudio y análisis. Sensibilidad para percibir lo que necesita el alumno en cada momento y cómo ayudarlo a mejorar.
- Un rigor no exento de humildad para permitirse cambiar. Interés por lo que sucede fuera, consciencia de que el mundo cambia, de que se descubren y se proponen cosas nuevas constantemente, y de que el arte en definitiva suele vivir en un límite, en una frontera para adelantarse a decir las mismas cosas de forma novedosa, rompedora. El formador, por sus propias convicciones, es riguroso y dogmático en su enseñanza y al tiempo debe ser capaz de ver, respetar y aprovechar la continua circunstancia de cambio en la que nos movemos.Leer más...