Tenía previsto encontrarme con Inma Chacón en Valencia el pasado 25 de marzo. Las dos íbamos a participar en el 2º encuentro de la Red de Mujeres Escritoras del Mediterráneo y esta entrevista sería cara a cara, con besos, abrazos y alguna taza de té.

Dadas las circunstancias actuales quedamos en encontrarnos online. Las nuevas tecnologías y los trucos que hemos aprendido con tanta urgencia lo hizo posible. Después de dos intentos fallidos, a la tercera, enviando enlaces, pulsando botones, ajustando cables y auriculares, lo conseguimos.

Comenzamos por los saludos, el interés por la salud de nuestras respectivas familias y por hacer un rápido repaso en el cambio de las rutinas. La actualidad se colaba en la entrevista sin remedio. Después de agradecerle, una vez más, su generosidad al permitirme colarme en su casa, comenzamos.

 

Inma, ¿te contaba cuentos tu madre cuando eras pequeña?

Sí, muchos. Y no solo cuentos, también historias de su vida y de la de mi abuela que nació en Filipinas.

 

¿Crees que este hecho ha influido de alguna manera en el desarrollo de tu profesión?

He tenido varios trabajos, el primero en un banco, fui empleada en el antiguo Banco Bilbao durante catorce años. Era un trabajo rutinario y poco imaginativo, como en una fábrica: separar papeles, puntear cantidades…, que no requería ninguna concentración intelectual. Gracias a la capacidad de inventar que me transmitió mi madre con los cuentos la imaginación volaba mucho porque tenía la mente desocupada. Si no la ocupaba empezaba a pensar en los problemas y estos se hacían inmensos. Lo mejor era pensar en cuentos, en las cosas que me contaba mi madre para no volverme loca.

 

¿Volvías a los mismo cuentos, los recreabas, los reinventabas o creabas otros nuevos?

Los recreaba, revivía los momentos en los que mi madre me contaba, nos contaba. Los domingos lluviosos en los que nos sentábamos alrededor de una enorme mesa camilla mis hermanos (éramos nueve) y yo. Esa sensación de bienestar se me ha quedado, no solo en mi profesión, también en el carácter. Eso es fundamental para cualquier profesión, de que todo es posible, de que la verdad no tiene nada que ver con la verosimilitud, de que el otro se comunica con nosotros de diferentes maneras (a veces con la mentira, sabiendo que es mentira, y otras veces con la verdad sabiendo que es verdad o incluso intentando mentir). Los cuentos tienen esa versatilidad, cualquier cosa es posible dentro de un cuento, dentro de ese entorno.

 

También has sido profesora en la Universidad de Madrid.

Esa fue mi vocación. Di clases de Documentación Informativa y Comunicación Audiovisual en Periodismo. Enseñar es comunicar, dar una clase es transmitir una historia. Yo les enseñaba a mis alumnos cómo dar verosimilitud a una historia y eso lo enseña el cuento. Porque un cuento, por más fantasioso que sea, tú te lo estás creyendo. Eso lo he utilizado mucho en mi profesión. La importancia que tiene el trabajo que se hace como comunicador.

 

¿Has reflejado de alguna forma en tus clases esa fantasía, esa inventiva?

A mis alumnos siempre les pedía que me propusieran una serie de televisión que fuese verosímil. Ellos tenía que hacer todo el proyecto: argumento, personajes, ambientación, vestuario… y todo tenía que ser verosímil aunque fuesen relatos de ciencia ficción o imposibles.

Juegos de tronos es fantasía, pero creíble, Los demonios de Davinci está basada en un personaje real y no es creíble. Siempre ponía esos ejemplos y les explicaba el por qué. La respuesta es si existe verosimilitud.

 

¿Tu voz era menos académica, más narrativa?

Los cuentos que me contaba mi madre me ha influído en la manera de contar las cosas. Ella tenía una forma muy calmada de contar y eso nos lo ha transmitido. Era una gran lectora y nos ha contagiado el amor por la lectura, ella nos contaba durante las comidas y mi padre nos leía poesía antes de dormir.

 

¡Qué suerte!, cuentos por el día y poemas por la noche.

Sí, mi padre era poeta y nos leía sus poesías por la noche.

 

Qué bien alimentada que estuviste.

Sí, hemos sido muy afortunados. Hemos vivido en una casa en la que la literatura ha estado muy presente. Mi madre tiene muchos libros, hasta hoy todos los días tiene un libro en la mano.

 

Tu madre, ¿en qué momentos del día contaba historias?

Mi madre siempre nos ha contado las historias a la hora de comer o de cenar, alrededor de la mesa. Era una mesa muy grande solo para los hermanos y algún añadido que siempre aparecía por casa. Para mantenernos en silencio nos contaba cuentos y las historias de su madre, que había nacido en Filipinas, y de aquel país. Todavía los recuerdo.

 

Ahora se han puesto muy de moda contar cuentos de vida.

Exactamente, lo que se llama autoficción. Ahora estoy viviendo en casa de mi madre, que tiene 96 años, para pasar la cuarentena con ella y que no se sienta sola. Durante este tiempo, y otros anteriores, me ha contado cuentos. Unos repetidos y también otros nuevos. Entonces decidí recoger esas anécdotas para que no se perdieran y empecé a mezclarlas con otras mías. Al final estoy escribiendo una especie de diálogo.

 

¿Se ha reflejado de alguna forma en tus novelas los cuentos?

En mi escritura ha tenido mucho que ver el que mi madre me contara cuentos. Yo creo que tanto en la forma como en el contenido. De hecho, una de mis novelas se basa en las anécdotas que nos contaba ella sobre su familia en Filipinas.

 

¿Sirven los cuentos para los tiempos de crisis?

Esta crisis es la primera que nuestra generación ha vivido. Y en adelante los hábitos sociales van a cambiar.

 

El protagonista de una historia sale al camino a resolver una crisis personal o universal.

Hoy no sabemos si el protagonista de esta historia se tiene que quedar en casa y no salir.

 

En estos relatos hay tantos problemas como formas diversas de resolverlos. Son experiencias en la piel de otros. Y, si de aquí salen otras historias, ¿serán experiencia que se contarán mañana?

A mí me está sorprendiendo bastante la creatividad que está teniendo la gente: vídeos, imágenes, pequeñas historias…

 

Muchas de las personas que se han lanzado de forma desinteresada a ofrecer lo que saben hacer están relacionadas con las materias tan denostadas por el capitalismo: la música, la escritura, los cuentos… Las humanidades, esas disciplinas que nos reconocen como humanos. Y es lo que nos está manteniendo unidos: el humor, canciones, cuentos. La gente está ahí, esto me mantiene humano.

El mundo de la cultura, en general, es mucho más solidario. Estoy en desacuerdo con que se ofrezcan productos de forma gratuita. Siempre he pensado que la cultura hay que pagarla porque la gente que vive de la cultura paga el resto. Cuando nos regalen los filetes, la electricidad, el tabaco, las medicinas, la cerveza en el bar…, nosotros también. La cultura es industria y cuando se acabe la industria cultural se acabó el poder crear para vivir. Hay mucha gente que vive de la cultura. Tenemos que reivindicar esta batalla.

La solidaridad extraordinaria que está surgiendo es maravillosa, pero que se ponga en práctica en todos los niveles. Al final siempre somos los mismos.

 

Y además los primeros.

Claro, porque como tú dices es la base más humana, por eso se les llama las humanidades, la parte creativa del hombre. Muchos dicen que están hartos de que se diga que es el alimento del alma. ¿Por qué lo dicen?, porque lo tienen que pagar. Pero el otro alimento también lo tienen que pagar.

 

Si ahora te dijera que voy a contarte un cuento, esa frase ¿a dónde te lleva?

A un estado de paz que es lo que mi madre nos transmitía con su voz al contar. Me lleva a la infancia.

 

Además, la infancia tiene la seguridad de saberte cobijada por tu madre, por tu padre. Hay alguien que te protege y te provee porque todavía no es tu responsabilidad.

Claro, son las manos de los padres quienes se encargan de nuestra paz.

 

¿Les has contado cuentos a tus hijas?

Sí, cuentos populares.También inventados, para que si se me olvidaba algo no pudieran decirme nada, je, je, je. Alguno de estos últimos se han quedado en nuestra memoria hasta hoy.

 

¿Por qué les contamos cuentos a nuestros hijos? ¿Porque lo hacían nuestra madres, porque queremos un rato de cercanía, para que no armen jaleo y coman?

Fundamentalmente se cuentan cuentos para entretener. En cada momento tienes que entretener por una causa concreta: unas veces para que se callen, otras para que se relajen y duerman y otras para lo contrario, para que se activen y participen en el cuento. Ese es el objetivo fundamental, el entretenimiento, pero entretener la mente por una causa diferente.

Cuando le cuentas un cuento a un adulto también es para entretener. Igual que se lee una novela o se ve una película.

 

Además de todos estos argumentos, en los que estoy totalmente de acuerdo, cuando yo le contaba cuentos a mis hijos buscaba que tuvieran un buen recuerdo de esos momentos. Guardo en mi memoria las imágenes de mi madre, incluso de mi abuelo, contándome cuentos y quería alimentar el recuerdo futuro para mis hijos.

Yo a eso lo llamo construir el recuerdo. Es muy bonito construir un recuerdo en el otro y que se repita, pero es un objetivo que deriva del anterior.

En este momento de la entrevista empezamos a escuchar los aplausos de la calle que nos indicaban que ya eran las ocho de la tarde. Nos despedimos corriendo y con el deseo de volvernos a ver muy pronto y en directo.

 

Inma Chacón

Doctora en Ciencias de la Información y escritora

 

Este artículo fue publicado en el Boletín N.º 82 – Las madres que cuentan