Contra-contando para desafiar estereotipos
Hay dos cosas que deben saber sobre mí: Yo no cuento historias para entretener o compartir mi cultura Latinoamericana. Yo cuento historias para renegociar argumentos con la audiencia e intercambiar ideas acerca del mundo. Segundo, creo que cuando a un narrador le gusta una historia a esta debe agradarle el narrador también. En otras palabras si ambos no se enamoran, la historia solo servirá el propósito de entretener. El cuento será otra historia contada por otro narrador. Pero si el narrador cree y comprende la historia, esta se convierte en una versión del pasado cargada de significado que comparte su luz en el presente. A pesar de que contar historias parece cosa sencilla, la parte delicada está en representar una historia que no tiene nada que ver con el narrador. Es decir, si el narrador falla en contar el verdadero significado de la historia y se toma la libertad de adaptarla de acuerdo a sus creencias personales, estará contribuyendo a distorsionar el mensaje original, o peor, estará reforzando un estereotipo.
Recuerdo un recital de narración donde debíamos traer un mito o leyenda asignada de alguna parte del mundo. Uno de los participantes trajo un mito Suramericano y esta narradora no podía ser más diferente del Latinoamericano promedio. La versión de este mito peruano fue contada de forma entretenida. Sin duda nos reímos bastante, pero la narradora representó a la protagonista de la historia como una mujer de dudosa reputación. Hacer esto con los dioses griegos es una cosa, pero con una historia perteneciente a una cultura que aún existe y es todavía discriminada, es otra cosa.