El presente artículo es, sencillamente, una excusa para compartir con vosotros y vosotras algunas cuestiones relativas a los hábitos saludables que he ido asumiendo a lo largo de estos años y que me han resultado de utilidad en el devenir de los días de este oficio nuestro. Seguramente me he dejado unos cuantos: os invito a que los incorporéis en los comentarios al artículo.

 

Del tiempo en casa

Actividad física. Son muchas las horas que pasamos leyendo libros, escribiendo o consultando delante del ordenador. A veces estas tareas son especialmente absorbentes, por ejemplo cuando estás preparando un nuevo espectáculo de cuentos, o en esas temporadas en las que no paras de enviar presupuestos o proyectos que te han pedido, o cuando tienes que actualizar la web o el blog y revisar redes sociales. Hay días que, si te descuidas, podrías pasarlos sentado, apenas sin moverte, leyendo o escribiendo. Y lo que es peor, a veces encadenas días de ese tipo, uno tras otro, hasta sumar muchos. 

Es por eso que para evitar un sedentarismo que resulta verdaderamente incómodo (cuando te levantas estás molido y sin fuerzas para nada) me obligo a realizar prácticamente todos los días algo de actividad física. En mi caso al menos dos días en semana suelo ir a nadar y el resto, a pasear (un mínimo de una hora). 

Por donde quiera que se mire, las islas están viviendo un punto de inflexión en cuanto a trabajo en equipo y movimiento de narradores se refiere. Sin ir más lejos, este pasado fin de semana, en La Palma, hemos hecho historia: por primera vez, narradores de todas las islas en las que se cuenta se conocieron, se escucharon, compartieron mesa, risas, vino, lugar de trabajo, escenario, dormitorio y baño.

A este movimiento no se ha llegado desde la nada. En febrero algunos narradores de Tenerife decidimos arrancar con el proyecto de formar una Asociación Canaria de Narración Oral para aunar esfuerzos y crear proyectos comunes. Se podría decir que los narradores, debido a nuestro estilo de trabajo, nos asemejamos a islas, y en Canarias, esa metáfora nos convierte en islas dentro de islas. Se nos presentan, aparte de todas las dificultades típicas de los narradores, barreras físicas claras debido a la cuestión de la insularidad. Esto dificulta las relaciones y sinergias culturales entre ellas. Por eso consideramos crucial la creación de una entidad que unificara al sector, convirtiendo las barreras en puentes que unan a narradores del archipiélago a través de la creación de actividades comunes. 

Tras reunirnos y conformar los primeros pasos para la Asociación, creamos un grupo en Facebook llamado Narradores de Canarias, y ahí comenzamos a compartir información y a contactar unos con otros. Justo en el momento en que la Asociación estaba a punto de nacer, un día, Cristina Temprano escribió en facebook: “Igual los Alisios me sacuden demasiado la sesera, pero hay una idea que me anda rondando y que voy a atreverme a proponerles: ¿y si nos vemos? ¿Y si organizamos un encuentro de narradores canarios?”

Punto de partida 

La evaluación de cualquier programa es imprescindible por una larga lista de razones. Aquellos programas que se modelan en cada edición partiendo de los resultados de la evaluación tienen más posibilidades de afianzarse y crecer.

Cuando tuve que enfrentarme al reto de evaluar un certamen de narración oral que acaba de comenzar su trayectoria, tenía la esperanza de encontrar un manual tipo  “Evaluation of cultural programs for dummies” , pero no hubo suerte. Cualquiera que se haya visto en la misma situación, habrá comprobado que la literatura sobre este tema es escasa; mi punto de partida era el Decálogo de condiciones de cuento de AEDA, otras experiencias en animación sociocultural recogidas en publicaciones de los años 80, un módulo de evaluación de programas de formación elaborado por José Tejada Fernández en el 2004 que me resultaría muy útil, y la Guía para la evaluación de las políticas culturales locales publicada en el 2009 por la Federación Española de Municipios y Provincias, que me proporcionaría las pistas sobre los indicadores. Incluso recurrí a los apuntes de la carrera, para acabar desconfiando de mi habilidad de búsqueda. El tiempo que podía dedicar a la fase de documentación era limitado, puesto que el certamen había finalizado y las memorias de los participantes podrían perder frescura cada día que pasaba... Tocaba arremangarse.

Introducción

La oralidad desde sus inicios ha tenido un papel social fundamental. Los cuentos tradicionales provienen, en gran parte, de los primeros relatos generados en el Paleolítico Superior. Pero se transformaron en formas comunicativas populares, en contraposición a otras formulas orales ligadas a los diversos poderes y castas:

  • Los mitos. Sacerdotes y Chamanes
  • Leyendas y Romances. Poder Político

Entre los siglos V y X, los cuentos tradicionales comienzan a definirse como instrumento de comunicación de las clases más populares. Siendo en los siglos posteriores cuando adquieren unas características de utilización como contraposición al poder político y religioso. Al mismo tiempo, esos poderes intentan utilizar los cuentos para justificar su existencia y su derecho de propiedad.

En los siglos XVIII y XIX, los cuentos se convierten en un elementos cultural de primer orden, las élites comienzan a apropiarse de las historias, manipulando muchos de sus contenidos para hacerlos aceptables a su entorno social. Ese proceso alcanza su cénit con la utilización de la base de los cuentos por el cine y la televisión.

catalán / inglés / gallego / euskera

 

La narración oral puede llegar a convertirse en un formidable vector para el restablecimiento de la democracia y ello por tres razones principales:

1.- POR SU CONTENIDO, ya que las historias hablan de lo humano: 

Los cuentos tradicionales abordan todas las cuestiones que tienen que ver con el individuo como parte de la sociedad. Pero también se ocupan de los grandes interrogantes de la existencia en aquello que se relaciona con la clave del misterio de la vida, sin explicaciones realistas y pesadas. Conectan, a través de lo simbólico, los sueños, la poesía, con una conexión realmente emancipadora, tanto desde el punto de vista de la libertad de la imaginación, como en la comprensión de los mecanismos del desarrollo psicológico de la persona. El optimismo es obligatorio: Los niños pueden cambiar su destino aprendiendo lo que es bueno para ellos y lo que debe evitarse. 

En 2009, la compañía Naforo-Ba, una asociación de narradores profesionales de Costa de Marfil, creada en 1999, hizo un diagnóstico de los muchos problemas que plagaban el sector del Arte de la Palabra (1), en general y del cuento en particular, no sólo en este país, sino también en toda África Occidental. Estas dificultades son:

  • Falta de profesionalismo entre los actores del sector. 
  • Inexistencia de una red de distribución, tanto en el ámbito nacional, como en el regional.
  • Falta de cooperación efectiva entre los países de la región que albergan el festival de cuentos.
  • Ausencia de políticas de puesta en valor del patrimonio tradicional, por medio de los cuentos, mitos y leyendas. 
  • Gran ignorancia en toda la sociedad del oficio de narrador

Con el fin de dar una respuesta a esta situación, esta asociación que tiene por objetivo promover el conocimiento y la práctica del arte de la palabra, dirigido por Adama Adepoju, conocido como Taxi – Conteur, ha planteado el proyecto "H20, Palabras del Agua". 

euskera / inglés

 

Cuando narramos una historia se establece una relación entre el narrador y los otros, y digo muy a propósito “los otros” porque lo que me parece interesante es discurrir sobre el papel del narrador en la sociedad y no solamente ante aquellos ciudadanos que efectivamente asisten a un espectáculo de narración. 

¿Qué relación hay entre el narrador y los otros? 

Esta pregunta me acompaña en mi trabajo, me ronda en ensayos, escenarios y cursos. Recorrer los caminos del arte de narrar historias acompañado de una buena pregunta nos mantiene atentos, los ojos abiertos, el espíritu disponible. Las respuestas en ocasiones son peligrosas, sobre todo aquellas compradas en los supermercados de las ideas fáciles que no hacen sino zanjar cuentas y cerrar la puerta a un posible debate. 

Prefiero imaginar una respuesta abierta, como un inacabable “puzzle” del que poco a poco se van encajando piezas y definiendo espacios. Si me lanzo pues a esbozar una suerte de respuesta es (que así se entienda) con el ánimo de enriquecer y provocar el debate. No de cerrarlo. 

He aquí dos espacios que distingo en nuestro “puzzle”.

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