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Entre los objetivos articulados en los estatutos de AEDA se encuentran varios relativos al hecho de dar visibilidad, difusión, divulgación... de la actividad de la narración oral. Es por eso que para tratar de lograr dichos objetivos se crea esta página web y se administran diversas cuentas en las redes sociales: Facebook, Twitter, Lista de cuentistas y Boletín mensual. Aun así creemos que todavía hay ámbitos virtuales en los que la nueva de la palabra dicha todavía no tiene suficiente presencia, nos referimos, concretamente, a los dispositivos móviles. 

Es por eso que AEDA ha estado trabajando los últimos seis meses para poner en marcha una APP/APK, aplicación compatible con Android y con iOS, que facilite el acceso a la información sobre narración oral en dispositivos móviles (smartphones y tabletas).

 APP 

Muchas veces nos quejamos de que a nuestro oficio afluyen gentes que vienen de otros sectores profesionales y que trabajan gratis porque no viven de contar historias. Esta queja es la misma de los escritores con respecto a los narradores que publican libros pero que, como no viven de escribir, no exigen los derechos que tienen como autores. Una y otra conducta manifiesta muy poca profesionalidad en ambos ámbitos: la narración y la literatura.

Pero a veces lo que sucede en ambos casos es que no sabemos cuáles son nuestros derechos y cómo hacer que se cumplan. Me gustaría con esto que escribo arrojar un poco de luz para vislumbrar cuáles son los derechos y las obligaciones de los escritores.

Son muchas las maneras de entrar en el catálogo de autores de una editorial. Una de ellas es enviar tu texto a la editorial en la que desees publicar. En este caso, conviene mirar bien el catálogo de la editorial y ver si lo que has escrito encaja en alguna de sus colecciones. Si envías un texto para un álbum ilustrado a Anagrama, no te lo van a publicar porque ellos no tienen una colección de álbum ilustrado, aunque tu texto sea muy bueno. Otra cosa que conviene saber es que casi ninguna editorial devuelve originales, ni se obliga a contestar en ningún plazo establecido y ni siquiera se obliga a contestar. Esta “política de recepción de originales” habitualmente aparece explícita en su web.

Hoy, ocho de marzo, parece un buen día para recordar la íntima, vital relación de los cuentos y la mujeres. Más allá de las figuras femeninas emblemáticas que aparecen en miles de historias contadas (con Sherezade a la cabeza), este breve artículo pretende hacer un recorrido por algunas habitaciones y calles, plazas y patios en los que sherezades de carne y hueso alimentaban la llama de la palabra dicha. Porque las mujeres son protagonistas de la pervivencia y la revitalización de esta arte, de este oficio de contar cuentos.

mujer contando 1001 noches en 1910
Mujer contando en 1910 al estilo de Las 1001 noches. Foto tomada de aquí.

 

 “Mi abuelo llegó al pueblo hace cien años: venía de un lugar muy lejano, caminando. Había nacido en ese lugar, pero nunca estuvo allí. Porque los de su pueblo eran caminadores, les gustaba andar y andar, no estar fijos en ningún lado. Por eso no tenían tierras, sino caminos”.
Rigoberta Menchú, Premio Nobel de La Paz

ANDA QUE ANDA es un festival, en un sentido amplio, una fiesta del contar, una sucesión de cuentos, cuenteros y cuenteras que van desgajando historias en diversas geografías. Es un festival de cuentos que no está anclado en una geografía, que se mueve. Empezó en el barrio de Lavapiés, Madrid, continuó por Barcelona y hasta la fecha ha llegado a Elche.

ANDA QUE ANDA, el festival de los cuentos itinerantes, nace desde el colectivo “La Cháchara” de Sevilla con el objetivo principal de brindar un espacio de diálogo intercultural y fomentar la idea del libre tránsito de las personas por el mundo (o los mundos). Queremos, desde la organización, que tanto los cuentos como la gente anden, vuelen, corran, jueguen, vivan, se reproduzcan, renazcan…

Nos inspiran los cuentos, nos movemos como personas libres, nos gustan las buenas historias, sean de finales felices o tristes, nos apasionan las leyendas, los mitos que deambulan por la amplia imaginería popular. Nos inspira el camino, por ello tenemos los zapatos bien puestos, aunque a veces nos gusta andar descalzos, con la tierra bajo los pies; o entre las nubes, caminantes al fin, como el abuelo de Rigoberta Menchú.

El concepto memoria es de uso común para quienes nos dedicamos de una u otra manera a oficios relacionados con la oralidad y en particular a la narración oral de cuentos. Está presente como recurso metodológico en la preparación técnica del texto y como contenido en los trabajos investigativos de recopilación, en los procesos creativos, y en el significado o alcance que representa para el pasado, presente y futuro de nuestras sociedades. Sin embargo la mayoría de las veces el término memoria es asociado a la memoria histórica relacionada con el derecho a la verdad de las víctimas de violaciones a los derechos humanos en medio de conflictos actuales o guerras pasadas, con las acciones de recuperación de la misma y con todo tipo de polémicas y repercusiones de tipo político, social o judicial. Efectivamente este es un enfoque, pero no el único, pues la memoria histórica colectiva nos habla de muchos más aspectos como la identidad, la ética, las costumbres, las relacionales sociales, el contexto, entre muchas otras. Pero ahondar en ello no es mi intención con este texto, sino mas bien describir, a modo de minúsculo preámbulo, la coyuntura en la que puede tener lugar la narración oral de la conciencia épica popular como posibilidad creativa o como compromiso artístico-social (como quiera asumirse) de los/las narradores/as orales de cuentos para contribuir al proceso de recuperación de la memoria histórica colectiva, la  lucha contra el olvido y la transformación social; tan importante y necesaria.

En medicina se utiliza el término terapia para el tratamiento de una enfermedad. Así, estando enfermo, el médico puede decidir una determinada terapia, por ejemplo la quimioterapia. Antes de aplicar la terapia, por supuesto, habrá que determinar la enfermedad. La enfermedad se define como un daño de la salud, grande o pequeño. También hay otra definición de enfermedad que la define como una pasión dañina o una alteración de la moral o de la espiritualidad. Veamos esta segunda definición, ya que puede dar pie a diferentes interpretaciones. El espíritu, ¿Qué demonios es? ¿Cómo se daña? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo se sana? Esta definición de enfermedad, al dar ocasión a múltiples interpretaciones, hace que surjan diferentes procedimientos sanadores, abundando cada vez más terapias, cuando menos, “curiosas”: Risoterapia o Cuentoterapia, por poner unos ejemplos.

La medicina utiliza, sobre todo en el tratamiento de males psicológicos y psiquiátricos, distintas técnicas adaptadas de procesos creativos, tanto del teatro como de otras artes, por lo que la utilización de relatos, siempre desde criterios médicos debidamente demostrados, puede ser interesante para ayudar a que pacientes diagnosticados con distintos trastornos puedan enfrentarse a ellos. ¿Qué ocurre en cambio cuando, esta utilización de los cuentos se confunde con narración oral? Y lo que es más preocupante, ¿qué ocurre cuando la puesta en práctica de dichas terapias se lleva a cabo por personas sin una necesaria y obligada preparación médica? ¿No estaremos ante un fraude?

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