Para quien no conozca o haya trabajado nunca la técnica Alexander, se puede buscar información en la red. Hay mucho, sin embargo a medida que indagaba para este artículo, me encontraba en varias páginas de técnicos, actores, escuelas dramáticas, un texto sobre Alexander que se repetía, aunque con diferentes firmas.

El texto original es el que trascribimos (una parte) aquí y pertenece al libro El uso de sí mismo de Matthias Alexander, en Editorial Urano, un libro básico para comprender que esta técnica, más allá de modas confusas, es una herramienta fundamental para quienes trabajamos con la voz.

La técnica Alexander, hoy en día también aparece aplicada como terapia contra estrés, para embarazos, para diferentes afecciones, pero a nosotros nos interesa la técnica desarrollada por su creador, dirigida a actores, para quitar de nuestro hacer cotidiano una serie de vicios y costumbres que afectan directamente a la voz.

Los elementos físicos más importantes en la producción de la voz (respiración, fonación, articulación) son todos procesos que ocurren como respuesta de los músculos a una estimulación nerviosa.

No se puede separar el uso de la voz del resto del cuerpo. La comunicación no se centra solo en órganos vocales, toda la persona se ve involucrada. Y el entorno, la relación con uno mismo con los demás y la intención del momento, afectan. Por consiguiente, si nuestras partes mecánicas están afectadas, también lo estará la voz. 

Mi vida profesional se caracteriza por el hecho de tener casi siempre un pie en la práctica y otro en la teoría, en la reflexión de la praxis, cosa que siempre realicé compaginando la acción con las publicaciones.  

A modo de prefacio

Di los primeros pasos como maestra al calor de Rosa Sensat, un colectivo de maestros que empezó a trabajar por la renovación pedagógica en Cataluña, por allá de los años 60. Hacia los últimos 80, contribuí al nacimiento de una revista dirigida a profesionales que se ocupan de educar de 0 a 6 años. 

Al fundar ANIN (Asociación de Narradores i Narradors) junto a Martha Escudero y Cèlia Millán, hacia los últimos 90, encontré natural poner en marcha un boletín para los socios de ANIN, publicación que bautizamos con el nombre de Revista N y queríamos que contribuyera a la reflexión de un oficio del que bien poco sabíamos quienes empezábamos a practicarlo. 

Con este bagaje por bandolera, no es de extrañar que en 2005 me metiera de nuevo en la aventura de crear una revista dedicada a la narración, al cuento y a los narradores, esta vez desde Tantàgora, una asociación que fundé junto a otras dos personas y que por aquel entonces llevaba ya 10 años de andadura en el mundo de la literatura mi propio bagaje en el campo de la narración de viva voz nos permitía iniciar la aventura con cierto conocimiento de causa. El nombre de la publicación sería el mismo que el de la asociación, qué duba cabía, pero con el acento en otra dirección. No dudamos sería en lengua castellana, que nos permitía llegar a más personas.

Un grito mal dado

Hace unos días hablaba con una colega que me comentaba lo mal que lo había pasado hace un tiempo, al quedar completamente muda.  La razón: “un grito mal dado” 

Muchos de nosotros, en el entusiasmo de la narración, emitimos sonidos, gritos, onomatopeyas... para los que nuestro aparato fonador no está preparado.

Y no solo nos referimos al calentamiento previo, sino a un conocimiento real de la capacidad de nuestras cuerdas vocales y de nuestra capacidad de inhalación y exhalación de aire (un ejercicio sencillo consiste en grabarnos emitiendo gritos con las diferentes vocales y combinaciones diversas de consonantes, para detectar con cuál trabajamos mas cómodos).

Un buen ejercicio, para los que somos de narrar cuentos con monstruos, brujas, ogros o cualquier otro personaje que implique un sobresfuerzo es el siguiente:

 

Un ejercicio*: apagando velas

De pie, sentado o andando, manteniendo la longitud y siempre con el cuello liberado, se expulsa una bocanada de aire y de forma inmediata se inspira y se vuelve a expulsar, varias veces.

Todo esto sin alzar los hombros y apoyando la respiración en el diafragma.

¿Para que? Generalmente solemos emitir gritos o gruñidos fuertes con el mismo aire de la frase que venimos diciendo, con el consiguiente daño a nuestras cuerdas que se ven forzadas a mantener un sonido sin oxígeno suficiente.

¿Qué es la disfonía?

La disfonía vulgarmente conocida como “ronquera” es la pérdida del timbre normal de la voz, debida a una alteración de la masa, elasticidad y tensión de los pliegues vocales, provocando una alteración de la vibración de estos.

Los síntomas de la disfonía son: cosquilleo en la garganta, necesidad de aclararla continuamente (carraspear, toser), cierto dolor o irritación, sequedad. 

El síntoma más evidente es un cambio en la voz o incluso su pérdida.  

¿Cuáles son las causas que pueden originar una disfonía?

Hoy por hoy se conoce que son múltiples las causas que pueden originar una ronquera. Afortunadamente la mayoría no son graves y tienden a desaparecer después de un corto periodo de tiempo.

Las causas más frecuentes que pueden originar una ronquera son:

  • Algunas afecciones y trastornos que pueden dañar la voz:
    • La causa más común de la roncera son las afecciones respiratorias: resfriados, laringitis, alergias, etc.
    • Otra causa habitual de disfonía en los adultos es el reflujo gastroesofágico, situación en la que el ácido del estómago sube por el esófago, alcanzando la laringe e irritando las cuerdas vocales.
    • Otros motivos más inusuales son enfermedades neurológicas, los traumatismos de la laringe o las alteraciones hormonales (menopausia, menstruación y enfermedades de tiroides).

Sobresfuerzo

El mecanismo vocal es muy resistente y puede soportar una gran cantidad de mal uso sin sufrir daño permanente, pero es mejor no ponerlo a prueba con demasiada frecuencia.

Pautas repetidas de mal uso, especialmente el uso forzado de las cuerdas o la interferencia persistente en el abastecimiento del aire, pueden producir un daño irreversible.

Los sobresfuerzos de corta duración suelen ser parte de nuestra profesión, principalmente cuando se grita, chilla o se canta en un tono de voz para el que no estamos preparados.

Un buen calentamiento previo de las cuerdas vocales y de los músculos comprometidos en el proceso de una correcta respiración, deberían bastar, sin embargo si pese a eso, o porque no se tomaron esas medidas, afectamos la voz, aún podemos protegerla.

Si notamos fatiga, una falta del control fino de los matices, del volumen, del timbre, lo cual es normal en una voz plena, debemos proceder con cuidado.

Generalmente, cuando ya estamos inmersos en una situación doliente de nuestra voz, somos capaces de indicar el momento exacto en que el problema comenzó, tomemos nota de qué fue lo que se hizo mal y no lo repitamos, eso en primer lugar.

Si aun debes seguir usando la voz, intenta pasar a un tono sosegado y si ya puedes tomarte un respiro, entonces túmbate, si es posible con la cabeza ligeramente mas baja que los pies. Y tómate media hora de descanso, respirando abdominalmente y con el cuerpo caliente. Es decir, una manta, una bufanda al cuello, etc.

Nuestra voz es nuestra tarjeta de identidad, expresa nuestra personalidad, nuestro estado emocional y nuestra salud.

La sociedad actual ha generado nuevos problemas relacionados con la salud.

La voz, como elemento fundamental de la comunicación, hoy se ve más que en ningún otro tiempo agredida por el estrés, las obligaciones profesionales, el ruido, la contaminación o el aire acondicionado. Todo esto hace que el número de personas que sufren problemas derivados del uso inadecuado y abusivo de la voz sea cada vez mayor.

Aprender a auto cuidarse se perfila hoy como objetivo prioritario de cara a evitar futuros trastornos de la voz; se exige de la ciudadanía una preparación más adecuada que le permita prevenirlos eficazmente.

¿Qué es la voz?

La voz es el sonido producido por la vibración de las cuerdas vocales al acercarse entre sí como consecuencia del paso del aire a través de la laringe.

¿Cómo se produce la voz?

El proceso básico de producción de la voz es el mismo para hablar y cantar. El cerebro envía señales a través del sistema nervioso central a los músculos de la laringe, cuello y tórax acompañado de un flujo de aire a través del tracto fonatorio obteniendo finalmente la voz.

Hace casi diez años, en la antigua web de cuentistas.info, Arnau Vilardebò propuso elaborar un documento para la reflexión del colectivo y que sirviera para la creación de un código deontológico del oficio. El documento de partida era un "Cesto deontológico de quien cuenta cuentos" escrito por el propio Arnau. Aquel proyecto se inició a través de la web y de la lista de cuentistas pero, tras el cierre de la página, quedó inconcluso y, durante estos años, dormido. Desde la comisión Contenidos-Web de AEDA le hemos pedido que retomara aquella idea, Arnau ha accedido y nos ha enviado este documento para la reflexión, muchas gracias por recoger el guante. ¿Qué os parece?

 

  • Sea cual sea el número de cuenteros nunca se suspenderá una función por falta de público mientras no haya un número de espectadores inferior a uno.
Cuentito para el caso: 
“Tuve que caminar sobre charcos… resbalé en el hielo al cambiar una rueda… vine corriendo desde… para ir a la sesión rompí con mi pareja… Llegué a tiempo pero suspendieron porque como público sólo estaba yo”
Como diría Marina Sanfilippo: no despreciar a esas selectas personas.
  • El trabajo del contador empieza como acomodador. La colocación del público es problema del que actúa. Arquitectos, organizadores y gestores de espacios son a menudo muy ignorantes o poco sensibles al tema. Arremángate y coloca las sillas a tu gusto. Es un excelente calentamiento. Si actúas a pie plano piensa que, en sillas, a partir de la fila tres te ven fatal. Un semicírculo algo estirado te dará mucho espacio para actuar y buenos ángulos de comunicación con el público. 
  • Antes o después dirás del cuento de quién es. 

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