Entrevistamos a Leticia Ruifernández
¿QUÉ ENTIENDES POR CONTAR?
Contar es transmitir una historia. Es seleccionar, elegir, de entre todos los relatos posibles, de entre todo lo visible, de entre los mil y un protagonistas posibles, uno. Darle espacio para que algo pueda ocurrirle, algo que tenga un sentido. En mi caso, como pintora, o como ilustradora: de entre todas las imágenes posibles, posar una, construir sus líneas, sus contornos, los contrastes, dejar el blanco como un vacío para que eso que estoy pintando, ya sea una niña, un pájaro o una montaña, tenga un lugar en el que algo pueda ocurrir.
Cuando dibujo en mis cuadernos estoy dejando constancia de la existencia de eso que pinto, de lo que tengo delante. El conjunto del cuaderno va a contar una historia que empieza en la primera página. Un cuaderno de pájaros. Un diario de maravillas. Un cuaderno de viaje a Praga.
En el flujo de lo visible y en el flujo de nuestra existencia, algo se detiene: contar es dar tiempo a que algo pueda ser observado, escuchado, atendido. Corroborado. Eso que cuento, miro, pinto, ha existido, ya sea en la realidad, ya sea en la imaginación.
Utilizo imágenes y utilizo palabras para contar. También cuenta lo matérico: no es lo mismo contar una historia abriendo un libro que abriendo una caja de lata.
¿CÓMO AFRONTAS EL PROCESO CREATIVO?
Cada proyecto, cada historia, pide una forma de ser contada: el formato de cada libro y la técnica con la que lo abordo son algo que varía en cada proyecto.
¿Cómo son estas historias? ¿Tienen un orden secuencial o pueden colocarse de manera arbitraria? ¿Les ayuda la soltura y la liviandad de la acuarela o están apegadas a una materia concreta que puede funcionar mediante el collage? ¿Van a ser leídas por personas grandes o pequeñas?
Hay proyectos en los que las palabras llegan antes y después las imágenes; en otras es al contrario.
Lo importante es saber que tú, como artista, te tienes que poner al servicio de las historias y a menudo salir de las fórmulas que te funcionan o de las técnicas con las que estás más cómoda.
Para mí es esencial aprender y sumergirme en la realidad que me interesa conocer y de esa curiosidad, de ese asombro, van surgiendo las historias que voy a contar.
Mis proyectos no parten de un texto inicial al que voy a acompañar con imágenes, sino que a raíz de la curiosidad o interés que tengo por algo o alguien, va a aparecer un deseo, el motor que va a dar lugar a un libro. Palabras e imágenes se crean muchas veces en paralelo, o en conversación con el otro autor. Considero que en estos proyectos, cuando trabajo con un escritor o escritora, ambos somos autores de la obra. Crear mi propia editorial ha sido la manera de que esos proyectos se materialicen en libros, libros-caja, calendarios que se despliegan como biombos…
¿QUÉ IMPORTANCIA TIENEN LA COMUNIDAD Y EL LUGAR EN TU TRABAJO?
Hace 19 años en mi vida hubo dos cambios radicales: uno es que dejé Madrid y me fui a vivir a un pueblo de menos de mil habitantes en el norte de Cáceres. El otro es que fui madre.
Esos dos cambios transformaron totalmente mi mirada y mi trabajo. Los árboles y las montañas, la vida del pueblo y el trabajo en el campo y con los animales han sido los protagonistas de la vida en este lugar (además de mis hijas). Todos los mayores que viven aquí y que forman parte de una vida casi extinta, (lo que John Berger llamó “la extinción del campesinado europeo) son mis vecinos. Estas realidades han pasado a ser las protagonistas de mis libros, de mis ilustraciones y de mis acuarelas.
Estar en un entorno rural define la relación con la comunidad. No es elegida en función de las afinidades, entre un amplio abanico posible, sino que tu comunidad la constituye la gente que vive en tu territorio y es diversa en orígenes, edades, cultura…
En mi trabajo ha sido fundamental entender que la cultura es un motor generador de comunidad. En concreto la creación de Murales Colectivos que empezamos a desarrollar en la escuela pública de Garganta la Olla, en la que han estudiado mis hijas, ha sido un espacio de experimentación creativa muy potente. Yo he visto transformarse mi manera de entender la creatividad desde esa participación en el espacio colectivo.
En los pueblos la oferta cultural es muy limitada y las asociaciones culturales y los colectivos son quienes traen las propuestas culturales a los pueblos. Participo junto a muchas otras personas en la creación de un festival de narración oral, Una Olla de Cuentos. Así tejemos comunidad, a partir de las historias y también de las patatas que cocinan las mayores del pueblo en la plaza. ¿Y por qué hablo de esto si estoy hablando de trabajo? Porque sin cuidar lo que me inspira (en este caso las historias), luego no tendría con qué crear mi propio trabajo. No están separados. Lo uno sin lo otro, no puede ser.
Esta entrevista forma parte del boletín n.º 101 - Ecos de nuestra Jornada en Morella