Hace un año hablábamos de la noche que nos rodeaba, con la esperanza de que las estrellas que nos guiaban, como en los viejos tiempos, a los marineros, sirvieran de guía para que el sol se abriera camino. Sin embargo, aun seguimos a oscuras, con pocos y tímidos rayos. Pero no desistimos, llevamos en las venas un sueño antiguo, un camino trazado por otros, borrado por el tiempo y la desmemoria de la gente, pero intacto en el latir de las eternas piedras que las olas besan con pasión.  Caminantes de las palabras recalamos de nuevo en puerto, para abastecernos y seguir buscando.

Si la luz de un faro no basta, abriremos nuestros oídos a los cantos cálidos y hechiceros de las sirenas.

No es dislate, no, que ya lo contó don Alvaro Cunqueiro, un sabio que estudió la genealogía de bretones, daneses, ingleses e irlandeses y encontró señales en su sangre de ser descendientes de sirena. No miró este sabio por Galicia que aquí bien se sabe que Padines, Mariños y Goyanes, son descendientes de aquella sirena que preñó Roldan y que vino  a parir a la Ría de Arousa.

Nada mejor que un encuentro de primos, para conjurar los malos vientos y así pedimos a la madre de las sirenas, la Memoria y a sus hijas la Elocuencia, que permitan que estos navegantes de las palabras, que este año llegan de Camerún, Argentina, Irlanda, Bretaña, Brasil, Madeira y Portugal para encontrarse con los Gallegos, sean capaces con sus historias de enamorar los buenos tiempos  que ya están siendo muy necesarios.