Un festival de cuentos para adultos. 
Un espacio para la palabra desnuda, sin adornos.
Solo palabras, nada más, únicamente, en exclusiva.
Palabras a secas (aunque húmedas a veces).     

Palabras que salen de bocas de contadores de historias sin disfraz.
Cuentistas en persona, sin personaje.       
Habladores sin atrezzo, sin red, sin artefactos,   
sin artificios ni parapetos.            
Gente armada con su voz, con sus gestos, con su mirada, 
con su relato, leyenda, invención o quimera.

Susurradores de vidas,   
transmisores de aconteceres, 
encantadores de orejas sin trampa ni cartón, sin truco ni artimaña:     
Solo personas y la literatura en el aire. 
Solo palabras.  Nada más.  Nada menos.

Atlántica es un Festival Internacional de Narración Oral, nacido en Santiago de Compostela en el año 2013. La ciudad había tenido sus épocas doradas de la narración oral, con una programación variada en diferentes espacios. Pero en el 2012 se veían pocos carteles de “contacontos”.

El Festival nace de una mezcla preciosa: añoranza de esa época, necesidad de crear nichos de trabajo en tiempos de crisis, ganas de reencontrarnos en torno a las historias, público que por la calle reclamaba la vuelta de los narradores y un grupo de voluntarios de distintos sectores creativos, que inmediatamente se sumaron a la idea. 

Los bares de la Ciudad Vieja, con el pub Atlántico a la cabeza, apostaron por el evento. Quico Cadaval, Cándido Pazó, Avelino González, Paula Carballeira, Charo Pita, Celso Sanmartín, Fátima Fernández, Caxoto, Oswaldo Digón y más compañeros y amigos que ahora se me escapan se pusieron enseguida a disposición y muchos de ellos a trabajar desde dentro.

 

¿Por qué Atlántica?

Galicia es mar, su gente, sus historias, huelen a océano incluso en  tierra adentro. Si escuchas a un narrador gallego tienes la sensación de meterte dentro de un viaje que de fondo tiene la melodía de las ondas y de los vientos.

A eso hay que sumarle un trabajo de investigación que algunos integrantes del equipo veníamos  llevando a cabo en yacimientos arqueológicos, donde a cada piedra que levantábamos aparecían indicios de una cultura celta de carácter atlántico, con vínculos ancestrales con otros países de nuestro entorno marino: Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda, la Bretaña Francesa, o más allá: al mundo escandinavo o de pueblos germánicos como los suevos. 

Los inicios y la búsqueda de sentido

Espacio Cultural Colombre, centro especializado en libros y literatura, abrió las puertas a la programación de eventos y actividades en octubre de 2012, sumándose así a una oleada de apertura de lugares y espacios, habida lugar en los últimos años, que venían a ofrecer una alternativa al panorama cultural dentro de una ciudad, en este caso Sevilla.

La idea, o más bien la intuición, no es otra que trabajar y vivir el mundo del libro apartado de las innecesarias presiones y urgencias para poder respirar aires  amables, al margen de la burbuja editorial y del incesante ritmo de novedades de las librerías. Un ir sin prisa pero sin pausa, que nos permita disfrutar del camino y del encuentro con los libros y con la gente, un poco a la manera barojiana, entreteniéndonos en el detalle, «como el que va por el camino distraído, mirando este árbol, aquel arroyo, y sin pensar demasiado a dónde va».

Antes de programar y tener un espacio, ya llevábamos un tiempo mercadeando, a base de trueques, donaciones, depósitos amistosos, expurgo de nuestras propias y queridas bibliotecas, que sacrificábamos al grito de «libro que no has de leer déjalo correr», todo para poder contar con un puñado de monedas que luego invertíamos en pinturas, estructuras, materiales, cacharros, mobiliario y, en definitiva, en toda la artillería necesaria para montar una pequeña, al tiempo que coqueta, librería en un local –antiguo polvero y anterior cochera–, de bajo alquiler, tal vez, en el callejón menos transitado y conocido de Triana, y también probablemente de toda Sevilla. Lo que cualquier reputado director de ventas hubiera definido como un suicidio comercial en toda regla y abocado al fracaso, era, sin embargo, para nosotros, una idea seductora y atrayente como un abismo.