Ponencia a cargo de la narradora Carmen Ibarlucea para el Simposio Internacional sobre Culturas Locales del Centro de Estudios de Tubai, Libia, el 26 de octubre de 2021. 

 

Contar historias es la forma en que los seres humanos han transmitido tradicionalmente el conocimiento. 

Existe un creciente número de investigaciones sobre cómo reacciona nuestro cerebro al escuchar una narración. Cómo se almacenan los recuerdos en diferentes lugares del cerebro y el papel fundamental que desempeñan las narrativas en la conexión del conocimiento y nuestras emociones. Se ha descubierto que esta conexión emocional con el relato proporciona más contexto en la mente, y aumenta nuestra capacidad para recordar hechos u otras cuestiones, porque ejercita las áreas implicadas en la memoria.

Por ejemplo, el Dr. Uri Hanson, neurocientífico e investigador de la Universidad de Princeton, ha utilizado escáneres cerebrales para medir las reacciones del cerebro durante el tiempo de narración y escucha de un relato, y ha comprobado que escuchar pueden moldear la actividad cerebral. Según su investigación, las historias pueden estimular el acoplamiento neuronal, y se activan las mismas regiones del cerebro en quien narra y en quien escucha. Por lo que ha concluido que la empatía es algo físico, relacionado con nuestra biología, con la química corporal, y que se aprende, y se entrena gracias a los relatos.

Por otra parte, el Dr. Tommy Dale Oaks de la Universidad de Tennessee, realizó su tesis doctoral sobre cómo la narración oral influye en nuestros recuerdos, y como ese patrimonio compartido forja un sentimiento de pertenencia.

A lo que debo añadir un estudio publicado en Reading Improvement, por Susan Trostle y Sandy Jean Hicks, que ahonda en el impacto que escuchar cuentos de manera oral tiene en la comprensión lectora posterior, y en el vocabulario de las personas. 

Les cuento todo esto, porque la ciencia está demostrando que la forma más antigua de transmitir conocimiento es la más adaptada a nuestras necesidades biológicas, y además es un recurso educativo muy económico.

La narración oral en los primeros años de vida, cuando las personas están en pleno desarrollo de sus habilidades lingüísticas es una herramienta primordial y que no solo aporta al conocimiento, sino que también influye en la autoestima y en la mejor gestión de las emociones, ya que se entrenan las habilidades de escuchar y empatia. 

Otro aspecto fundamental que aporta la narración oral, es su carácter igualitario. No hay posibilidad de competir en lo que respecta a lo que sucede dentro de cada persona cuando escucha un relato que le está siendo narrado. Nadie escucha mejor que nadie, y eso hace que sea una experiencia colectiva que cohesiona al grupo y no genera individualismos competitivos, siempre y cuando, obviamente, quien narra sea una persona capaz de dejar crecer la historia dentro de cada mente, sin buscar pasar un examen a su auditorio después de la narración.

Sabemos que en los pueblos originarios existen historias sagradas que solo se cuentan en determinados momentos simbólicos, o en un momento particular del día o incluso historias que están ligadas a un lugar específico. Esto sucede así porque las sociedades ágrafas dan a las palabras un poder que desde nuestra visión más racionalista y cientificista solemos tildar de pensamiento mágico. Sin embargo, cuanto más investigamos y mejor conocemos la psicología humana, yo diría incluso la psicología de los animales que conviven con nosotras, mayor es la importancia que le damos al lenguaje, porque cada vez más somos conscientes de que el lenguaje crea realidad. Una muestra de ello la tenemos en el movimiento social de mayor éxito en la Historia de la humanidad: el feminismo. Hacer uso de un lenguaje inclusivo ha sido parte importante de la mayor inclusión de las mujeres como sujetos de derecho en el imaginario colectivo.

Durante milenios antes de la invención de la escritura, que es un fenómeno muy reciente en la historia de la humanidad, la tradición oral sirvió como el único medio de comunicación disponible para formar y mantener sociedades y sus instituciones. Además, numerosos estudios, realizados en todo el mundo principalmente por folcloristas y antropólogos nos demuestran que la tradición oral sigue siendo un modo de comunicación primordial. Los estudios de folcloristas y etnógrafos desde el siglo XVIII han dejado una extensa documentación sobre cómo funcionaba la comunicación sin texto, y cómo los contextos locales dan forma a las historias, pese a estás tienen casi siempre un carácter universal, salvo muy contadas excepciones como es el caso de los pueblos que han permanecido más aislados del resto de la humanidad, por ejemplo los aborígenes australianos.

El caso de la tradición oral de este pueblo original de la isla de Australia ha sido estudiado con sorprendentes resultados. Tienen una serie de relatos que son narrados en forma musical, canciones cortas conocidas popularmente como líneas de canciones. Se las ha llamado así porque estas canciones crean una red de mitos asociados a lugares, que permiten trazar un mapa, y al seguirlo puedes crear mentalmente un contorno geográfico que te da una idea del espacio físico que ocupa su cultura, a lo que se añade que a través de estos mitos, también podemos conocer los valores principales de esa comunidad, su espiritualidad y sus discrepancias o singularidades de pueblo a pueblo.

Obviamente la tradición oral ha sido la herramienta más usada por las personas para hacer pasar de generación en generación los comportamientos socialmente correctos, y mostrar las consecuencias que le esperan a quien abraza los comportamientos incorrectos. Sin embargo, también son una ventana abierta a la esperanza, al mostrar situaciones desesperadas en las que es correcto para lograr la felicidad optar por tomar decisiones que no son las mayoritariamente aceptadas. La tradición oral del mundo está plagada de picaresca, porque su función no es tanto ser un decálogo de normas, como ser una herramienta de bienestar a la vez comunitario e individual.

Porque lo asombroso de la narración oral es que nunca olvida al individuo, sus necesidades psicológicas de afecto, de apoyo y de esperanza.

El ser humano ha alcanzado los 7.700 millones de personas. Dado que hay consenso científico sobre nuestra homogeneidad biológica (una única raza) es obvio señalar que todas las personas tenemos las mismas características emocionales. A fin de cuentas, emocionalmente, todas las criaturas mamíferas tenemos las mismas necesidades, aunque solo las humanas nos contamos historia para construir nuestra autoestima o para sanar nuestras heridas. No obstante, quiero señalar, que todo mamífero maltratado responde a un lenguaje compasivo y que las palabras ayudan en la recuperación psicológica de los mamíferos domesticados. 

Un ejemplo sobre como la narración nos ofrece soluciones a los problemas cotidianos lo encontramos en el sur de Asia donde las mujeres se narran cuentos tradicionales para explorar las ambigüedades de género, ideología e identidad dentro de sus complejas comunidades llenas de normas. Por ejemplo, en Kangra, una ciudad del estado de Himachal Pradesh, un estado en el norte de la India en el Himalaya, las mujeres cantan lo que denominan un “pakhaṛu” para ilustrar y comentar las dificultades de la vida matrimonial. De modo que podemos concluir que la tradición oral es multifuncional ya que da respuesta a las necesidades de cada persona, pero también se crea de forma comunitaria para dar respuestas locales, pese a que su estructura narrativa es universal, y podemos encontrar los mismo tipos de historias en todas las sociedades humanas.

Para que las personas más jovenes y orgullosas de las tecnologías que nos unen actualmente, puedan entender el valor de la tradición oral, podríamos decir que al igual que Internet, la oralidad es de autoría múltiple, de libre distribución y se nutre de su capacidad para cambiar y adaptarse, y en su desarrollo es capaz de provocar cambios en la propia comunidad que la crea.

 

Carmen Ibarlucea