Virginia Imaz cuenta en castellano y en euskera.
Me nacieron en primavera de 1962 a dos mundos: al que le dicen real y al que se llega por la puerta de los cuentos. He hecho mi nido en ese umbral de magia. Cuando era niña tuve la fortuna de tener tantas personas a mi alrededor, que contaban historias, que yo creí que narrar era una forma de ser gente y me empeñé también en hablar con esa voz más vieja que las piedras y recuperar la memoria de quienes me habían precedido en el oficio de vivir. Así comencé: encendiendo los recuerdos para que ardiesen todos los miedos y me abrasaran todos los deseos.
Necesito escuchar y contar cuentos como respirar. Cuento profesionalmente desde 1984, historias que he escuchado, que he leído o que me he inventado, aunque todas tienen algo en común: son historias que me han movido los adentros, inspirándome o iluminándome en esta aventura del vivir. He contado en todo tipo de lugares y para personas de todas las edades, naufragios y sueños. Las historias se van puliendo por los caminos, cambian y me cambian. A menudo me preguntan si se puede vivir del cuento. Yo sólo sé que no puedo vivir sin ellos.