Compartimos en este texto algunas de las aportaciones de Ana Juan Cantavella en la mesa redonda de la Jornada de Morella.

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¿Qué significa para ti contar?

Para mí, contar es un acto cotidiano con el que construimos una parte esencial de lo que significa ser humanos: ese envoltorio narrativo con el que aprendemos a relacionarnos con el mundo y con las posibles maneras de nombrarlo y ordenarlo.
Trabajo mucho con la primera infancia y sobre todo con agentes culturales y educativos que están cerca de ella y contar es ofrecer las voz para que ese otro ser que acaba de llegar al mundo pueda construir su propia voz. Una voz hecha de fragmentos de otras voces y en las que el cuento y el canto, las cancioncillas y las historias, son parte elemental para apropiarnos de una herramienta esencial: la lengua.
La literatura, además de ofrecer espacios de relación rica con el lenguaje, ofrece estructuras para pensarnos y para ir construyendo nuestro espacio simbólico interior (hecho de imaginarios prestados) y también para ordenar y tratar de entender el mundo que nos rodea. La oralidad, los relatos, las canciones, la prosodia de la lengua materna son actos fundacionales para los bebés en el sentido psíquico y lingüístico, y deben ser nutridos desde el inicio, ya que son tan necesarios como la nutrición alimenticia.

 

¿Cómo encaras el proceso creativo en tu labor profesional?

Mi universo de trabajo es la literatura infantil, concretamente la didáctica de la literatura infantil. Las preguntas que me rodean se relacionan con los modos de aprender a leer: ¿Qué es la lectura literaria?, ¿cómo aprendemos a leer literatura desde muy pequeños/as?
Eso se relaciona con mi universo de partida, la antropología y la etnografía. Ese fijarme en cómo se aprende implica una buena dosis de observación de los gestos, las creencias y las prácticas cotidianas respecto al acto de leer y de leer literatura, especialmente en la escuela.
Mi proceso de creación, pues, parte de un amplio conocimiento de la literatura que se edita para la infancia, así como de un análisis de qué idea de infancia reflejan, para ponerlo en las manos de los y las lectoras incipientes y tratar de observar qué cosas pasan cuando una persona adulta está dispuesta y disponible a ofrecer el universo literario a los pequeños. Se trata de mezclar esos dos universos: el editorial y el educativo y cultural, para reflexionar sobre el lugar de la literatura en el universo infantil y su peso en la construcción de cada uno de nosotros/as.

 

¿Cómo trabajas el pasado para presentarlo en el presente?

A mí me interesa mucho la literatura de tradición oral y ese corpus que las sociedades construyen para dar la bienvenida cultural al bebé. Y me interesa por su performatividad y por su capacidad de explicar con diversos lenguajes (el tonal, el gestual, el literario...) conceptos muy abstractos de modos muy lúdicos y situados. Mucha de esa literatura (por otra parte muy censurada debido a su contenido, a lo que cuenta) construye mucho más allá de las palabras, construye a partir de esos gestos que tanto interesaban a Munari y que para mí deberían ser la base de la educación literaria.

 

Esta entrevista forma parte del Boletín n.º 101 - Ecos de nuestra Jornada en Morella