Ver al lobo
En noviembre del 2000, durante una salida al campo organizada por el grupo ecologista Ciconia, vi, junto a otras ocho personas, una pareja de lobos en la Sierra de la Culebra (Zamora).
Desde esta organización centrada en la defensa lobo, habíamos llevado a cabo acciones, algunas comprometidas, contra Administración y cazadores, que se negaban a considerar la especie como protegida y continuaban haciendo subastas para la caza de lobo.
Hicimos movimientos arriesgados para llamar la atención, hablamos mucho del tema, nos reunimos para debatir, convocamos jornadas en la zona para saber, para informar, para despertar…, pero, aun así, para mí el lobo seguía siendo “un animal de libro” al que nunca había visto.
También tuve el privilegio de escuchar a Manolín, que fue guardia forestal de la Sierra de la Culebra y una de las personas más sabias y conocedoras de la naturaleza y del lobo que me he encontrado.
“No se mueve un lobo en la sierra, sin que Manolín se entere”, solían decir quienes lo trataban. Cuando yo lo conocí ya era mayor y andaba con dificultad, pero su buen humor, su conocimiento y su amor por el lobo eran tan grandes que lo volvían joven: sus palabras sorprendían y conquistaban.
Él me hizo soñar con este animal, inventármelo, sacarlo del papel y meterlo en el corazón. Después, además, tuve la gran suerte de verlo, y fue entonces cuando le hice una madriguera aquí dentro y se quedó.