Cursos de verano
Muchos de nosotros sabemos hablar inglés o francés, además de alemán o italiano. Algunos incluso dominan el húngaro o el finlandés. Lo aprendimos en su día siguiendo la estela de algún poeta que nos conmovió y quisimos, como Unamuno con Ibsen, leerlo en la lengua original. Para ello hicimos un esfuerzo. Pero hoy tenemos una renta. Una renta y una herramienta que, como si se tratara de un violín, debemos seguir cultivando si no queremos que se nos atrofien los conocimientos.
Con la narración oral pasa lo mismo. Ya hemos andado un camino, pero no conviene confiarse. Hay que oxigenar el conocimiento, corregir posturas, reparar vicios, ensayar nuevas modalidades. En definitiva, no confiarse, someter nuestras destrezas a nuevos enfoques. De ahí los cursos intensos de fin de semana o de verano que nos permiten renovar conocimientos para ajustarlos a nuevas perspectivas.
De lo que se trata es de no anquilosarse para no repetir los versos como el cómico viejo que decía León Felipe. Ocurre con frecuencia que vamos adquiriendo pequeños vicios en nuestro rodaje y la voz arrastra un eco cansino que no comunica.